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Desmontados, los hombrecillos de piedra aguardan pacientemente la llegada del verano. Así, cuando el sol ya ha asustado lo suficiente al cauce del rio sin nombre, se preparan para su gran misión.
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Llegado el momento, no les resulta nada fácil conseguir que los humanos, que tienen muy poco sentido del Universo y menos paciencia, les desarrollen completos y si uno pasa por allí, no resulta extraño oír los improperios de los que por su torpeza caen, quién sabe si hasta el año próximo o para siempre.
Sin embargo, los que consiguen mirar a los ojos de su artífice, esos escapan al tiempo, convertidos en inolvidables, quedando su cuerpo allí hasta las nuevas lluvias, para que el ánimo de los demás no decaiga y no dejen nunca de intentarlo, por más disgustos que se lleven.
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1 Comment:
Por cierto, si quereis ayudar a desarrollar a algún hombrecillo de piedra, sólo necesitais ir a la garganta de Samaria en Creta y dedicarles la el sentido del Universo y la paciencia que se merecen.
Un abrazo
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